IDENTIDAD GUAYAQUILEÑA EN CADA RINCÓN DE LA CIUDAD

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La franqueza y originalidad de los guayaquileños dan forma a esta ciudad...

Se hace de día y hace rato que ya está despierta esta ciudad que no ha dejado de incendiarse, que quema, que hace rato se calzó los escarpines para empezar a transitar por sus infiernos.

Podría llamarse caronte, pasa de un lado a otro esas almas, esas vidas, esas sombras que le rompieron el límite a la ciudad, y el estero que la bordeaba quedó dentro y los que venían de paseo se quedaron.

Ya es mas de día y ruge Guayaquil. Su gente ha salido ya a ponerle nombre a todas las cosas de este mundo. Su Cristo la mira de refilón y las manos sobre el rostro para decirle con voz chiquito que también queremos regatearle aquella deuda.

Ya no es la ciudad del can de Suiza ni de la espumilla, ya no huele a pechiche ni a guayaba, pero no es tan necesario adentrarse en los resquicios de sus primeras piedras para tropezar con sus últimos dinosaurios.

Es la ciudad que no deja de hacerse grande, donde los abrazos se hicieron eternos, la de memorias de viejos luchadores que no saben hasta cuando mismo es que lo empujan, que solo quieren un par de botas fuertes junto a su sepultura para cuando decida volver a levantarse.

Este es el espacio del comercio, de la palabra fácil, de una bullaranga rítmica que se mastica dulce. Es el corredor del movimiento, de la pisada, de la cadera, del meneo, esta es una ciudad que suena.
Empujada cae la noche en Guayaquil, pero es solo el comienzo de ese segundo acto, sin intermedios, a la que ya está acostumbrada.

Hay una disputa entre estatuas, unas del lado de la Gobernaciones, otras desde la Alcaldía y no hay paloma que las calme. Es tarde pero no hay espacio ni tiempo para el descanso, guayaquileña forma de estar vivo.
Son los dos colores de esta Guayaquil, las tres estrellas de su tercer mundo, la ciudad que lo mismo que se aluna se amansa. Tiene una lámpara para alumbrar al ciego, la plata justa para alquilarse un Dios y un arma al revés de su sonrisa, tiene un pueblo que fue pa'lante, a como de lugar, hasta que hizo correr al miedo y entonces construyo esta casa, en la que entro, en la que entramos y nos quedamos a vivir para siempre.

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